Todos los seres vivos requerimos el aire para respirar y poder así desarrollar nuestras funciones diarias. Los componentes del aire que respiramos normalmente son el oxígeno (O2), el nitrógeno (N2) y otros gases, donde el primero representa aproximadamente el 21%. Además, el O2 se requiere para efectuar las funciones metabólicas más importantes del organismo en procesos como la fotosíntesis en las plantas y la fosforilación oxidativa en nuestro cuerpo.

Por otra parte, cuidado, el O2 también puede asociarse con algunos procesos que son normales en nuestro cuerpo así como otros que determinan la aparición de enfermedades como cáncer de piel, afecciones del sistema nervioso, enfermedades cardiovasculares y el síndrome de fatiga crónica. Pero, la pregunta es ¿Cómo puede suceder esto? ¿Por qué ocurren estos fenómenos si el O2 es igualmente necesario? La respuesta está en que nuestro cuerpo durante la respiración normal genera unos derivados del O2 que son dañinos para nuestras células, por esto la “paradoja del oxígeno” consiste en que su falta nos causaría la muerte, así como su presencia y exceso podría también llevarnos a ella si no tomamos las precauciones necesarias.

La respiración y los procemolécula oxígeno.jpgsos metabólicos normales de la célula producen unas moléculas que han sido llamadas radicales libres. Estas moléculas lo que hacen es oxidar todas las demás moléculas que entran en contacto con ellas, ya que químicamente los radicales libres tienen un número impar de electrones y están siempre buscando cómo volver a estabilizarse recuperando el electrón faltante al tomarlo de otras moléculas. Aunque no todos los radicales libres son dañinos para el cuerpo, como por ejemplo la melatonina que no ofrece mayor reactividad en el cuerpo, la mayoría de los radicales son altamente reactivos.

Por fortuna para todos nosotros existen en nuestro cuerpo otras sustancias que ayudan a evitar el efecto dañino del O2, son los antioxidantes. Estos actúan de diferentes maneras contrarrestando el efecto del O2 y logrando un balance entre la prooxidación y la antioxidación. Nuestro cuerpo contiene algunos antioxidantes naturales, como la superóxido dismutasa, y otros pueden consumirse en la dieta diaria o suplementarse, como los minerales y las vitaminas. Los antioxidantes más potentes están en las frutas, vegetales y otros alimentos como el pescado, el maní, las nueces, los marañones y otras semillas que contienen una alta concentración de antioxidantes.

Es posible que la actividad antioxidante del organismo se evalúe y se conozca en qué debemos mejorar nuestros hábitos de alimentación para lograr una mejor calidad de vida. Existen pruebas de laboratorio que nos dicen rápidamente cuál es nuestra situación y balance antioxidante, ya que de este balance entre prooxidantes y antioxidantes depende que estemos más propensos a sufrir de estrés oxidativo que nos puede conducir a algunas de las enfermedades anteriormente señaladas.

Es posible lograr un proceso normal de envejecimiento acompañado de una mejor calidad de vida cuando nuestro organismo recibe diariamente la cantidad adecuada de antioxidantes. Lo anterior debe ir unido a la práctica de un ejercicio moderado y unos hábitos de vida saludable. Además, la realización periódica de una evaluación del estado general de salud nos puede indicar hacia dónde dirigir nuestro esfuerzo para vivir de mejor forma. El envejecimiento no puede evitarse y es un proceso normal del cuerpo, pero de nosotros depende que ese paso normal de los años no cause un deterioro que disminuya nuestra calidad de vida.
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¡Hasta una próxima oportunidad!

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