Es posible decir que el acné es parte de la normalidad de los seres humanos, si entendemos que la normalidad, desde el punto de vista científico, corresponde a lo que esté comprendido entre ciertos parámetros previamente establecidos y que se asocian a una mayoría. Pero, a pesar de que el acné sea normal, es una enfermedad muy real que afecta mucho, sobre todo de forma psicológica a las personas que lo sufren.

 

Las estadísticas dicen que el acné afecta la mayoría de los adolescentes y adultos menores de 25 años (hasta un 90% de los hombres y al menos 60% de las mujeres), pero es bastante probable que casi todos los seres humanos hayamos pasado por la molestia de tener alguna vez un “barro” o una “espinilla” en nuestras caras. Actualmente, se sabe que la relación de hombres a mujeres que sufren de acné antes de los 25 años es de dos hombres por cada mujer. Pero, cuando se pasa de esta edad, hablamos de acnés tardíos y allí la relación cambia por completo, llegando a ser de siete mujeres por cada hombre. 

 

Recientemente se viene notando un aumento en la cantidad de mujeres con acné después de los 25 años, en especial en la consulta dermatológica. Lo que no es claro, es si esto responde sólo a una “necesidad aumentada de belleza”, que lleva a que las personas consulten más o algún otro factor que realmente esté afectando más a las mujeres adultas.

 

Aunque es bastante claro que el aumento de la competitividad entre los seres humanos, agravado por la altísima exposición a las redes sociales, ha llevado a que la gente le preste más atención a su parte física y por ende, busque con mayor frecuencia la resolución de algunos problemas que antes se consideraban como poco importantes; esto está en concordancia con un aumento en la consulta por acné en las mujeres adultas. También parece que el aumento de los casos no es sólo por dicha necesidad de aceptación, y que hay posibles factores secundarios que podrían explicar, al menos en parte, este aumento. Ahora bien, si esto último es realidad, se desconocen dichos factores, aunque se han propuesto varias teorías.

 

Para entenderlo, es necesario saber que el acné tiene tres componentes fundamentales:

 

El primer componente es la predisposición genética, debida a los genes que heredamos de nuestros padres. Por ello es apropiado decir que un hijo tendrá un acné que, en general, es cercano a un promedio del acné que sufrieron sus padres. Es decir, si los padres sufrieron de acné, los hijos muy posiblemente lo sufrirán. Y es claro de acuerdo con la ciencia, que la mayoría de las mujeres adultas con acné tienen familiares con esta patología o la sufrieron en la adolescencia.

 

El segundo componente son las hormonas. El acné es una entidad que depende de la sensibilidad de la piel a las hormonas, y en especial a los andrógenos, también conocidos como hormonas “masculinas”. La piel de las personas debe responder a las hormonas sexuales, tanto andrógenos como estrógenos y progestágenos, en parte, para definir los caracteres sexuales secundarios como la distribución y grosor del vello (la cara, las axilas y los genitales son ejemplos), y la producción de sebo por parte de las glándulas sebáceas. Esto último juega un papel clave en la génesis del acné mismo y es por eso por lo que la mayoría de los casos empiezan en la adolescencia, cuando se activan dichas glándulas; aunque realmente no está limitado a esta edad, pues podemos ver pacientes con acné desde el período neonatal hasta los 70 o más años. Cabe aclarar, que los verdaderos problemas hormonales, entre los cuales se cuentan el síndrome de ovarios poliquísticos y otras enfermedades, no son una causa frecuente de acné en la mujer adulta.

El acné tiene una duración promedio de unos diez (10) años, en los varones adolescentes, su carga hormonal se estabiliza luego de algunos años de inestabilidad, por lo que a la mayoría de ellos se les quitará el acné alrededor de los 25  años; mientras que en las mujeres, aunque la carga hormonal también es muy variable inicialmente y tiende a estabilizarse, siempre sigue siendo fluctuante mes a mes a lo largo de muchos años de su vida por su naturaleza, dada su función reproductiva; por lo que, aunque el acné en ellas tiende a ser menos severo suele ser más prolongado. También se ha visto que en años recientes ha habido un aumento en el uso de métodos hormonales de anticoncepción y algunos de ellos podrían ser agravantes o iniciadores de acné en las mujeres previamente susceptibles.

 

El tercer componente es la inflamación y parece que por esta vía también podría verse un aumento de los casos de acné de la mujer adulta, pues hay varios factores que contribuyen a un aumento de estados proinflamatorios en la piel, como el estrés, la falta de sueño, ciertos patrones dietarios (aunque no es del todo claro cuáles dietas agravarían el acné), el sobrepeso, el hábito ansioso de “estripar” las lesiones y algunos cambios hormonales. Todos estos han aumentado en las mujeres, en la medida que se han visto necesitadas de cambiar sus rutinas familiares, por trabajos más complejos y demandantes; y en los años más recientes, la influencia que ha tenido el cambio ocasionado por la pandemia de la Covid19, que ha obligado a cambios laborales, dificultades económicas y al uso continuo de mascarillas faciales. Esto último también tiene efecto en algunas personas, ocasionando lo que conocemos como “mascné”.

 

El acné de la mujer adulta puede tener algunas manifestaciones diferentes a las del acné adolescente, pero la más significativa sería su distribución, que al menos en un 10% de mujeres se hace en forma de U, recorriendo las regiones mandibulares, la parte alta del cuello y las zonas perioral y del mentón y en un porcentaje algo mayor afecta todo el tercio inferior de la cara. De todos modos, la mayoría de los casos pueden afectar toda la cara; hasta el 50% de estas mujeres también tienen lesiones en el tronco, lo que las hace más difíciles de tratar. 

 

También se ha visto que, aunque un exceso de grasa facial (seborrea), afecta casi todos los adolescentes con acné, este exceso, sólo se ve en un 70% de las pacientes adultas con acné; un gran porcentaje de ellas tienen una piel que describen como “sensible” y que se enrojece e inflama con gran facilidad. Por último, se ha estudiado y descrito, que el acné de la mujer adulta es, en general, mucho más difícil de tratar y tarda más en responder a las terapias dermatológicas, a diferencia del acné de los menores de 25 años, que responde relativamente rápido, en un período menor a 3 meses (cuando se hace la terapia de forma adecuada).

 

De todos modos, el acné de la mujer adulta es una enfermedad que vemos cada vez con más frecuencia y que debe ser manejado por un profesional idóneo en el campo de la dermatología, dada su complejidad y la gran afectación emocional que conlleva, en la Clínica Dermatológica contamos con un grupo de profesionales y especialistas altamente entrenados en el manejo de todas las patologías de la piel, no olvidemos que acudir a un experto siempre será la mejor opción, el dermatólogo como especialista de la piel, sabrá las mejores opciones de tratamiento de acuerdo a cada caso y a cada necesidad en particular.

 
Dr. Carlos Montealegre Gómez
Médico Dermatólogo. /  Universidad de Antioquia.

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“Las principales causas del acné son hormonales y tienen lugar en momentos clave como la adolescencia y en etapa de adultez. Pero también hay otras causas menos conocidas que son clave en el acné en edad adulta, como el estrés, la radiación UV del sol o la contaminación.

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[et_pb_section fb_built=»1″ _builder_version=»3.0.47″][et_pb_row _builder_version=»3.0.47″ background_size=»initial» background_position=»top_left» background_repeat=»repeat»][et_pb_column type=»4_4″ _builder_version=»3.0.47″ parallax=»off» parallax_method=»on»][et_pb_text _builder_version=»3.0.47″ background_size=»initial» background_position=»top_left» background_repeat=»repeat»]El acné es una enfermedad inflamatoria usualmente crónica. Es una de las patologías dermatológicas más frecuentes, ya que afecta casi al 85% de los adolescentes y adultos jóvenes en el mundo y genera un gran impacto social y en la calidad de vida del individuo.

Clínicamente se caracteriza por la presencia de comedones (lesiones no inflamatorias, abiertos o puntos negros y cerrados o puntos blancos, popularmente conocidos como espinillas), pápulas y pústulas (lesiones inflamatorias) y las más severas nódulos y quistes. Todas excepto los comedones pueden dejar cicatrices persistentes que pueden provocar efectos adversos importantes en el desarrollo psicológico del adolescente que lo sufre.

La cara es el lugar más comúnmente afectado, aunque también se puede comprometer el pecho, la espalda y en casos más severos los hombros.

La causa es multifactorial y en ella están involucrados
• Factores genéticos: Generalmente hay historia de acné en la familia y más específicamente en el padre o la madre.
• Factores hormonales: Principalmente los andrógenos que estimulan la producción de sebo en la unidad pilo sebácea y lo que explica además que el acné se haga manifiesto en la pubertad y en estados donde hay una alteración en la producción de las hormonas sexuales.
• Alteraciones específicas en la estructura pilo sebácea: Hay alteraciones en la queratinización, presencia
aumentada de propionibacterium acné (Bacteria que crea inflamación).
• Factores ambientales: Algunos compuestos que se aplican en la piel (cremas, ceras, ungüentos o maquillajes) y aunque es aún motivo de investigación y discusión algunos alimentos, especialmente ciertos productos lácteos y azúcares refinados.
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En cuanto al tratamiento debe realizarse a partir del momento en el que el paciente consulte, sin necesidad de esperar la aparición de lesiones graves.

Cada tipo de lesión tiene un tratamiento específico y actualmente existen productos muy efectivos.

Es deber del médico saber escoger según la clínica el más adecuado, con base en el tipo de lesiones presentes y con el propósito de impedir la formación de cicatrices, limitar la duración de la enfermedad y reducir el impacto psicológico.

En términos generales se usan tratamientos tópicos y sistémicos, que pueden usarse solos o combinados, dependiendo de la severidad del cuadro clínico.

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Todos los tratamientos tópicos deben aplicarse sobre todo el rostro y no sobre cada una de las lesiones individuales.

Al iniciar el tratamiento es posible que aparezca una dermatitis irritativa con enrojecimiento y descamación de la piel que pueden llegar a ser molestos.

Es muy importante explicar bien los efectos secundarios del tratamiento y en lo posible se debe comenzar con concentraciones bajas y espaciar las primeras aplicaciones.

Entre los sistémicos están los antibióticos orales, que se usan principalmente para combatir la presencia de lesiones inflamatorias leves a moderadas.

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La isotretinoina es un medicamento de uso sistémico (por vía oral) que hace más de 36 años viene siendo usado con éxito en el tratamiento de las formas más severas de acné. Es el agente sebosupresor más eficaz y es el único fármaco que actúa en todos los factores etiopatogénicos involucrados en esta enfermedad.

Entre los efectos secundarios, el más común es la
resequedad de piel y mucosas. La eratogenicidad
(puede causar daño permanente en el feto en
formación) es el efecto secundario más grave y por eso no debe usarse en mujeres gestantes o que planeen quedar embarazadas.

 

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No altera la espermatogénesis, por lo tanto, no hay riesgo en pacientes de sexo masculino.
No produce daño en el hígado por si solo, y se recomienda no mezclarlo con licor ya que los dos compiten por la misma vía metabólica.

Este es un medicamento excelente para el tratamiento del acné, pero requiere el monitoreo y seguimiento estricto del médico dermatólogo.

Existen muchos mitos acerca del acné y también es bueno tener en cuenta algunas recomendaciones, he aquí algunas de ellas:

• Mito: “El acné es un signo de adolescencia o juventud, por lo tanto, cuando éstos pasen se mejorará solo”. Si bien es cierto que el acné comienza en la adolescencia y ocasionalmente mejora solo, ese no es motivo para no iniciar tratamiento antes de que deje cicatrices permanentes en el paciente.

• Mito: “El acné es una enfermedad causada por falta de higiene.” Los “puntos negros” son queratina y sebo compactado y oxidado, y no se mejoran con lavado agresivo, este puede incluso ser contraproducente.

• Mito: “El acné está relacionado con el consumo de chocolate o de grasas.” Hasta el momento, no hay
evidencia científica que haya demostrado la relación de este tipo de alimentos con el acné. Los únicos que en algunos estudios se ha visto alguna relación son los lácteos y los alimentos con alto índice glicémico, pero la investigación continúa.

• Recomendación: En el tratamiento del acné la constancia es un factor clave para lograr la mejoría. El
acné es una enfermedad de respuesta lenta, por lo tanto, se necesitan de 4 a 6 meses de tratamiento activo para ver respuesta y a veces se toma inclusive más tiempo.

• Recomendación: Las lesiones de acné no se deben molestar ni “estripar” por parte de los pacientes, muchas veces empeora la inflamación.

• Recomendación: No se deben usar cremas, leches limpiadoras o maquillajes cremosos ya que estos pueden generar comedones o empeorar un acné ya existente. Se debe usar sustancias a base de agua o maquillajes especiales para pieles con tendencia a sufrir de acné.

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